Al cielo le enseñaron a recitar horizontes,
aquellos que yo sujeté una vez
en la palma de mi mano.
Al cielo se le cayeron los vientos
que arrastraban los caminos de los descalzos,
y se le escaparon las lluvias y los planetas.
Allí, donde casi no alcanza la mirada,
van los carros de la vida con las ruedas torcidas,
pero van, y no paran.
Recorren sus luces y sus sombras,
se besan y se matan,
y se levantan.
Al cielo lo vestimos de Cenicienta
para que nos limpiara la conciencia,
y se dio la vuelta mirando a las estrellas.
Al cielo le sentamos en nuestra mesa
donde vomitó sus tormentas.
Al cielo prometimos nuestra existencia.
Y allí olvidados, se nos comió la vida.
iñaki navarlaz rodríguez
Cajón desastre
Corazones Idiotas
Al cielo lo vestimos de Cenicienta
para que nos limpiara la conciencia,
y se dio la vuelta mirando a las estrellas
Muy bonito
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Muchas gracias Roxane.
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Un saludo de felicitaciones
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El cartel decía “SUBIDA AL CIELO”
y lo creí,
me lancé a la aventura de alcanzarlo,
casi lo alcancé,
llegué a tocarlo con los dedos…
descendí y en los infiernos sigo.
Tu poema me ha recordado este micropoema mío que publiqué hace un tiempo.
Abrazos.
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