Vengo de partirme la cara contra mi sombra,

ésa que se alarga y me arranca las pestañas,

voy abriendo el camino con la cabeza,

pero la selva es demasiado dura,

y duele.

Duele la piel que viste al corazón,

ése que sabe y duda a partes iguales,

y llego con las uñas bien afiladas,

pero la guerra, la guerra ya estaba perdida.

Vengo de jugarme la vida contra la lluvia,

ésa que cae como si no hubiera un mañana,

voy tapando las grietas con plastilina,

pero el mar abraza con demasiada fuerza,

y duele.

Duelen los pies descalzos,

los faroles que ponen los ojos

cuando llegan a la ciudad del descanso.