Con los párpados casi cerrados,
húmedos,
con las palabras casi hirviendo,
mudas,
el tiempo recorre cada rincón de un segundo,
no pasa,
los horizontes siempre son los mismos,
intocables.
Han desaparecido los ruidos de la vida,
sólo se escucha al silencio,
el de los corazones apretados,
el de las miradas quietas.
Con las manos desconchadas,
casi abiertas,
con los pies cansados,
casi desgastados,
se desnudan los caminos,
solitarios,
se nos caen las caricias y los besos,
intocables.
iñaki navarlaz rodríguez
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