Los charcos rebosan sangre y
las montañas caen despacio, pero caen,
como las primaveras se olvidan
en los inviernos infinitos.
Hoy, los caminos se retuercen
hasta que encuentran la muerte,
¡la qué no espera! Y los espantapájaros
dominan las nubes que colmillos llueven.
Mientras, los relojes no paran,
todo se apaga en silencio,
y como los niños juegan
la vida sigue mirando ciega.
iñaki navarlaz rodríguez
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