Empieza mi cerebro a bombear
ruidos de sentimientos lejanos,
de las vísceras corriendo por la sangre
como el lobo mordiendo a su presa.
El corazón que sólo se duerme
entre vientos y mareas,
lucha con armas de plastilina,
roto en caminos desandados.
La vida entonces se come
las palabras siempre entredichas,
y siempre enmudecidas,
como distraídas de su lengua.
iñaki navarlaz rodríguez
Desencuentros