Ocho pasos me quedan para morir.
Entre el calor y el frío aparecen murmuradores los sueños de una pesadilla olvidada, y odiando el mundo ni me despido, ni lloro, y tampoco sufro, tal vez por miedo, quizás por insatisfacción. Vuelvo y no voy, soy desvanecer, el polvo que todos tragan.
Pero jamás nadie me ha mirado porque siempre han visto lo que sus ojos han deseado ver; un animal, un espanto. Pidieron mi muerte y ahora la tienen.
Ocho pasos me quedan para morir.
Entre el calor y el frío aparecen murmuradores los recuerdos de una pesadilla olvidada, y escucho cuanto me odian, paseo por el corto camino de mi celda soñando si hubiera sido… Si una mano me hubiera acogido. Pero ya no merece la pena. Y quién sabe si así es mejor.
Retrocedo y no puedo mirar a mi fantasma, un tiempo asesino, otro condenado, y siento mi vida decir adiós entre los murmullos para terminar agotado mirando la noche, sin cerrar los ojos, sin querer morir, o sin desear vivir. No sé.
Aparto el sinsentido y busco refugio encontrando un muro helado, una cadena en romperse, como mi vida… Como yo.
Y ya sólo me queda el consuelo de volvernos a ver donde no hay odio, donde no hay venganza…
iñaki navarlaz rodríguez
Pequeños relatos extraños
*Imagen de PDPics