Cuántas veces dejamos pasar al amor en veloz
e imposible huida a ninguna parte, cuántas,
para luego en tumba y nublados llorar y
gritar por lo que se escapa y ya no existe.
Otras veces no ponemos la mirada a sentir
las palpitaciones del corazón menos idiota,
y dejamos caer la vida entre los dedos que
se acurrucan en los espejos que abandonaron su reflejo.
Cuántas veces dejamos pasar al amor,
y en arrepentimiento y lamentos se pierden
los besos y las manos que nacen en primavera.
Cuando la tierra llega, el amor enmudece.
iñaki navarlaz rodríguez
Cajón desastre