Entre oscuridades y bailes desaforados
y vasos que gimen dentro de las bocas
que deslenguadas siguen el ritmo de las letras
que ya no dicen nada, sólo son puro ruido
y descanso de las mentes adormecidas;
he parado en un rincón a esperar en fila.
Desde allí sólo se dibujan sombras que tambalean
en la noche de fiesta perturbada, loca;
alguna pequeña conversación por el orden,
algún vacile de fila mixta por si luego
pueden nuestras almas agarrarse a la luz
de las copas que se mecen bajo la luna.
Y allí, entre bailes de «sanvitto» y apriete de riñones
a veces se descubren palabras que haber dicho,
perdones que escondimos una vez debajo del miedo,
sonrisas en carcajada contenida prestando sus miradas;
y entonces te vibra el bolsillo y miras,
se perdió la cobertura y es tu turno, te toca.
Ya dentro, en descarga de mil neuronas ansiosas,
baldosas a veces dibujadas, otras, forradas de miradas perdidas,
y el ruido, el ruido desaparecido, como alejado,
ya no hay sombras, ni bailes, 60 segundos de soledad,
y el cerebro que se abre con lucidez embriagadora y al salir,
ya no hay sombras, es todo una luz cegadora.
Iñaki Navarlaz Rodríguez
«Recuerdos de lo cotidiano»
Imagen de StockSnap
Gran poema, Rubén. Me ha gustado mucho.
Saludos y feliz semana.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias Isabel. Pero me llamo Iñaki jejeje. Saludos
Me gustaLe gusta a 1 persona