En las rodillas de aquel niño se guardan
los secretos raspados por la madera del suelo,
la mirada que al frente y levantada
acompañaba a las palabras que gritaban
contra aquel hombre que viajaba en la caja,
la muerte de la dictadura entraba en todas las casas.
Las calles que estaban despiertas se mostraban
vacías de vida y balonazos prisioneros,
los juegos habían dejado paso a la tristeza,
también a una alegría contenida a la vista,
que en los rincones de las habitaciones humanas
se convertía en vinos y panes, en libertad.
Las rodillas que seguían arañadas y clavadas
ante las imágenes en blanco y negro de la muerte,
viajaban por los pasillos de la casa impacientes,
en continua protesta porque no entendían que
el hombre de la caja importaba más que sus dibujos,
que la muerte ese día, podía con la fantasía.
La televisión siguió gobernada por las sombras
hasta que un día la fantasía se asomó vergonzosa,
como pidiendo un permiso que había perdido,
entonces, las rodillas volvieron a clavarse en el suelo
con la mirada al frente y levantada, dando paso
al caminar desencadenado de la vida, y de la fantasía.
Iñaki Navarlaz Rodríguez
«Recuerdos de lo cotidiano»
Imagen de El Español
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