Las almas entran errantes
en la sala donde sólo esperan
el humo y los besos desconocidos,
donde las miradas ya no existen
y sólo queda la carne.
Esa carne se vende sin flores,
arrojada como carroña enmudecida,
convertida en alimento para los viejos rosales
que arañan los sentimientos,
despojándola de todos sus olores.
Entran errantes
los muslos,
los pechos,
el vientre,
las caderas,
los abrazos,
las miradas,
los besos,
y ya sólo salen
con los pies por delante.
Iñaki Navarlaz Rodríguez (A la contra)
Imagen de Public Domain Pictures (Pixabay) – editada
👌
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Reblogueó esto en Gocho Versolari, Obra Poética.
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Buenísimo!!! Gran poema.
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Muchas gracias
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