Hay tanta tierra entre yo y
las nubes,
que ya dejé de respirar,
tantos colores y tan invisibles
que no arañé
la vida.
Hay tanta yerba que fumar y polvo
que comer,
que cuando bajaron de su noria
llovían cristales
de ácido,
y los ángeles morían en los sueños
donde el humo era
sexo.
Hay tanto tiempo que recordar
y tan poco para
olvidar,
que ya negué mi vida y
mi muerte,
que voló surcando el aire al revés
del tiempo.
Hay tanta luz
que yo ya no quiero
más,
sólo volver al aire
y llevarme la tierra
al cielo,
los recuerdos al jardín
del deseo,
y a ti meterte en el bolsillo de
mi corazón.
Iñaki Navarlaz Rodríguez
Imagen de StockSnap (fuente Pixabay)