El borracho pasea solo el camino.
En el mundo es un pingajo,
en la vida, es un alma desapercibida.
Entre las curvas de una botella
saborea un beso que le dio el vino,
y en esa hora que el día pierde
disfruta de su sueño más eterno.
Flores mamando licor,
agua que dios envenenó…
Y que él bebió.
Aquella gota serena le absorbió,
le enseñó que el mundo
no terminaba en el horizonte,
y ni siquiera pudo ver
los pasos que olvidó.
El borracho huyó caminando,
recorriendo las sombras de su soledad.
Y feliz supo entonar aquella melodía
que lloraba la tristeza de la alegría efímera.
Iñaki Navarlaz Rodríguez
Imagen de bomei615 (fuente Pixabay)
«agua que dios enveneno…» impecable mirada, hermoso poema, tristes recuerdos para mi vida entera, no por haberlo vivido, ni padecido pero si mi madre, porque mi tierno nono POPO, de joven sufrió de este flagelo.
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El alcohol tiene sus usos, que son de lo más diversos, pero siempre dependerán de la mano que lo tome y su objetivo, y a veces éste es tratar de engañar a la vida.
Gracias Daxiel.
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