Enganchado como dios al hombre
busco refugio entre varios sabores,
a saber cuál engendre mi pasión,
un misterio perdido en el halo de una ráfaga
de aire furibundo intermitente,
un espíritu de licor rosado que
mire por mí a través de las piedras,
y me lleve al rincón donde duerme
el que construyó la torre del palacio dorado…
Torre de mil colores y pensamientos,
luz en apagarse al calor del cielo,
monstruo equivocado,
cae al lago del olvido material y
busca como yo una verdad ensoñada,
un camino de labios en besarte,
un jardín de lujuria insana que
cure tu maldita perversión inanimada…
Trastornado como el rey de los sirvientes
no pertenezco al tiempo del día,
soy el equívoco despojado de mirada,
el absurdo caminando sin pies.
Y sin quererlo encuentro esa torre,
de precioso dorado y salón de aire que,
impotente se alza sobre el ojo del mundo…
Y veo al hacedor muriéndose,
huyendo por una ventana invisible,
temeroso de ser condenado por su hijo,
que vacío de esperanza descansaba
soñando un carro de barro virgen
para volver a levantar otro palacio…
Otro templo paradisíaco e infinito
donde gobierne una locura consciente
que armada de sentido,
acoja a un hombre inteligente…
Sólo inteligente.
Iñaki Navarlaz Rodríguez
Fotografía de peternguyen11