Color púrpura de sangre viciosa
que has espantado el licor enfermo
de un hombre que se moría solo,
luz áspera de olor ingrato
que has visto el rojo sangre
derramarse por un bosque perdido.
Haz acercarse la orilla del mar,
nada hacia un lugar extraño y
flota entre la fuerza del agua sal…
Flor muerta de invierno sediento
que has derrumbado el trono paja
de un rey verdugo endiosado,
espejo invisible de musgo marrón
que has llevado el precipicio humano
de la mano de un payaso enmascarado.
Haz acercarse la orilla del mar,
vuela como la gaviota en su isla y
clava en el cielo un alma envidiada…
Sal endulzada de terror mágico
que hiciste el amor al revés
de una naturaleza por inventarse,
piedra esponja de sabor hiriente
que fuiste luz cegadora
al encuentro de tu asesina existencia.
Haz acercarse la orilla del mar,
corre hacia un mundo desequilibrado y
abre los ojos del hielo despojado…
Olor embobado de vino azulejo
que sufriste el tiempo pasearte
el cuerpo de barro que te rodeaba,
sol lunático de paso torcido
que supiste desaparecer acompañado
por el saco roto de un soldado viejo.
Haz acercarse la orilla del mar,
arroja tu estupidez hipócrita y
abandona ese perfume odiado…
Y el mar no cesa…
De regalarnos las armas del odio,
de enseñarnos nuestra vergüenza.
Y el mar no cesa…
De sufrir la resaca de nuestra enfermedad,
de luchar por ahogarnos muertos.
Y el mar no cesa…
Está solo ante un dios aterrado.
Y el mar de armas…
No puede retirarse con agua.
Iñaki Navarlaz Rodríguez
1992 – 2017
Imágen destacada por Makunin (fuente Pixabay)