Dónde quedaron aquellas primeras palabras,
aquellos primeros sueños,
esos juegos escondidos de la realidad
que usurpaban nuestras mentes infantes,
¿dónde?
Aún recuerdo cómo bailaba en la goma,
cómo reía, y en esos momentos
tal vez inexistentes de otoño a primavera,
fui reina de mi propia mirada.
Dónde se besan hoy mis labios y
qué caricias me absuelven de equivocarme,
si ya no hay pasado, ni ratos imaginarios,
si no tengo un mundo que soñar
y jugar se ha convertido en riesgo ridículo.
Qué haré un día que quiera desplegar mi espíritu infantil;
parar no.
Mirar mi soledad e idear
aquellas primeras palabras,
aquellos sueños que me sonrojan;
y quizá, volver a saborear
lo que siente mi niña de párvulos.
Iñaki Navarlaz Rodríguez – Revisado en marzo 2017